Comenzó el segundo juicio por Lucía Pérez
Lucía Pérez, de 16 años, le preguntó a su amiga Belén si conocía a alguien en Mar del Plata que vendiera marihuana. Quizás algo ingenuamente, la amiga le contó que justo el día anterior había charlado en el kiosco donde trabajaba con un joven que, según le había dicho, vendía drogas.
Ese hombre, por entonces de 23 años, era Matías Gabriel Farías. Su trabajo oficial era de pintor en una cooperativa, pero además menudeaba cocaína y marihuana prensada. Había entrado al kiosco de Belén directamente para “piropearla”. Anotó su teléfono celular, la invitó a salir y le ofreció drogas. Ese mismo día, unas horas después, Lucía le escribió desde el teléfono de su amiga para comprarle porro y el dealer le dijo que al otro día se lo llevaba a la puerta de la escuela. Eso hizo.
Menos de 24 horas más tarde, Pérez moriría en la cama de la casa de Farías, en el barrio Alfar. El hombre, junto a dos cómplices, la llevaría desvanecida a una sala de atención primaria cercana. No había nada más que hacer.