Australia prohibió las redes sociales para menores
El Senado de ese país aprobó una ley pionera que impide el acceso a niños y adolescentes. Otras iniciativas legislativas, en Estados Unidos y la Unión Europea, también apuntan a protegerlos de los peligros del uso excesivo. El debate de los expertos sobre si el impacto será positivo o negativo.
El tiempo que los adolescentes pasan en las redes sociales aumentó tantoque es casi imposible verlos sin estar con la mirada absorta en sus celulares. Esto ha encendido todas las alarmas debido al comprobado impacto negativo en la salud mental tras un uso prolongado. Especialmente en ellos, cuyo cerebro está en plena formación.
Tanto es así que el Senado de Australia aprobó ayer una reglamentación que prohíbe el uso de redes sociales para menores de 16 años. Se convertirá en la primera ley de este tipo en el mundo cuando entre en vigor.
Esta es una nueva medida que se toma en contra del uso de las redes sociales. Ya a mediados de año el director general de Sanidad de Estados Unidos, doctor Vivek Murthy, calificó los efectos de las plataformas en niños y adolescentes de riesgo para la salud pública, y citó recientes estudios que muestran que los adolescentes que pasan más de tres horas al día en estas plataformas corren un riesgo significativamente mayor de sufrir problemas de salud mental.
¿Prohibir o no prohibir?
En diálogo con Infobae, en relación con los efectos que puede producir la ley australiana, Florencia Alfie, licenciada en Psicología egresada de la Universidad de Buenos Aires (UBA), opinó:“Prohibirle a los niños y adolescentes el acceso a las redes sociales puede traer aparejados efectos en su salud mental, tanto positivos como negativos”.
Por su parte, la doctora Evangelina Cueto, médica pediatra (MN 120230, especialista en salud integral de adolescentes, formada en el Hospital Garrahan y el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y miembro titular de la Sociedad Argentina de Pediatría señaló: “Prohibir el uso de redes sociales en menores de 16 años puede generar resultados inmediatos, como la reducción del tiempo de exposición digital o ciertos problemas asociados, pero es una solución simplista que no aborda las raíces del desafío. Más que prohibiciones, necesitamos regulaciones acompañadas de una educación digital que enseñe a niñas, niños y adolescentes a navegar el mundo virtual con criterio y responsabilidad”.
Y completó: “Los problemas de salud mental, por ejemplo, deben recibir la relevancia que merecen, pero no podemos atribuirlos exclusivamente al impacto de las redes sociales. El mundo, tanto real como digital, es complejo y plantea dificultades crecientes: imaginar un futuro se volvió incierto y poco alentador, y construir vínculos saludables en una sociedad que prioriza el individualismo y el ‘sálvese quien pueda’ es más marcado que nunca. Sin estructuras comunitarias sólidas, el malestar emocional encuentra terreno fértil. Y esto último es lo central. ¿Qué ofertas de socialización real les ofrecemos a las adolescencias?”.
Finalmente, dijo: “Si queremos disminuir las problemáticas de salud mental, debemos abandonar la costumbre de señalar siempre a las adolescencias como el problema. La responsabilidad es de todas las generaciones y requiere estrategias integrales que reconstruyan los lazos sociales”.